Homilía de la festividad de san Juan Evangelista

Venerable D. Jesús, Ilustre Cofradía Sacramental de Nª Sª de los Dolores, miembros de ECAS, representaciones, queridos hermanos:
Jesús se hizo hombre, asumió la humanidad en un estado débil -consecuencia del pecado- y la transformó en su resurrección, posibilitando a los hombres compartir esta plenitud. Toda la predicación del Señor nos enseña cómo seguirle e imitarle para compartir su meta, esa vida transformada, divinizada. El Hijo de Dios haciéndose hombre no se queda en orientarnos, sino que nos da los medios para vivir bien: su gracia mediante los sacramentos.
Este domingo la liturgia de Navidad contempla la vida del Hijo de Dios en el seno de una familia. El ser humano necesita, hasta varios años después del nacimiento, de cuidados físicos y psicológicos para desarrollarse como persona. Con esta finalidad, Dios, creador providente, ha dispuesto que el ser humano sea concebido como fruto del amor de un varón y una mujer, y que una vez nacido, padre y madre se encarguen con amor de su desarrollo. La familia es una institución natural, presente en todas las culturas. En este contexto la Iglesia nos propone a la Sagrada Familia como modelo de toda familia. Incluso para los que organicen otras formas de unión. Con los altibajos propios de toda persona normal, María, José y Jesús, supieron ayudarse mutuamente a realizarse como personas y a crecer en el amor. Realmente la familia cristiana es “tradicional” -a mucha honra- puesto que ha nacido naturalmente de un impulso correcto de toda la humanidad y Dios la ha enriquecido con un sacramento que asegura a los padres las gracias necesarias para llevar a cabo su tarea. Por desgracia, se dificulta la adecuada formación humana al obstaculizar la libertad de enseñanza y la enseñanza de la Religión, para embrutecer al ser humano; se menoscaba la estabilidad familiar con el divorcio, fomentando la ruptura para hacer más manipulable a la persona, desprovista de seguridad afectiva. Incluso la ONU, influida por ciertos poderes, promueve el crimen del aborto y la práctica de la homosexualidad no por respeto a inexistentes derechos, ni por la debida atención a las personas homosexuales -que únicamente reciben consideración en sociedades cristianas-, sino para mantener en Occidente sueldos bajos, sueldos de soltero insuficientes para sostener una familia, a fin de que el dinero se siga manteniendo en manos de unos pocos. Eso no es justicia ni progreso, sino involución y arcaísmo. ¡No colaboremos los católicos con estas refinadas formas de opresión so capa de adelantos!
Queridos hermanos, Navidad es tiempo de contemplación. Necesitamos silencio, oración y adoración para dar lugar a la contemplación. De la contemplación dimana la verdadera alegría. La Eucaristía, por una parte, es la principal escuela y alimento de cada persona y de toda familia cristiana, en ella agradecemos todos los bienes recibidos y se recibe gracia para continuar creciendo en el amor. La celebración de la Eucaristía es el permanente portal donde acogemos a Jesús, y nos fortalecemos para acoger a los demás, en especial a los necesitados. Por otra parte, la Eucaristía nos ayudar a convivir unidos dentro de cada asociación y como miembros de la gran familia eclesial.
Nuestra Navidad no es como la de tantos: ‘ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, llevando ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos’(Tt 2) Como todo grupo católico, la Cofradía crece mediante la plegaria, crece en fe y en amor. De san Juan aprendemos a cuidar lo básico, lo cual permite mejorar la solución a todo lo demás. San Juan nos invita a llenar nuestra existencia con el infinito amor del Corazón de Jesús; nos anima a caminar siguiendo a Cristo para mejorar el mundo conforme al Evangelio; nos llama a dar la cara por Cristo incluso en situaciones de Calvario -sin quedarnos en católicos vergonzantes-; nos recuerda el divino encargo de acoger a la Virgen María en nuestra vida y en la vida real de nuestras asociaciones, venerando e imitando a la Esclava del Señor.
Me alegró tener en Nochebuena media asamblea vinculada a la cofradía. Este templo debe ser frecuentado por todo cofrade. Aquí nos rejuvenecemos al estilo de san Juan que descansa en el Corazón del Redentor; aquí gustamos la fuerza y el consuelo que trae el Salvador.
Las familias viven acontecimientos diversos, tristes o gozosos. Nuestra familia parroquial ha vivido hace poco la ordenación diaconal de nuestro hermano Alfonso García. Con este motivo le puse estas líneas: ‘Querido Alfonso:
El Señor que te creó, te dio la fe. Creciste en el buen campo de Polícar. Cristo te trajo a nuestra parroquia. Has vivido religiosamente en la cofradía de la Soledad. La voz de Jesús llegó a tu alma. Y le has seguido. Misterio tras misterio: recibes la vida, llamado a la vida divina, llamado al sacerdocio. Encuentro de gracia y libertad en tu ser. ¡Goza porque eres un elegido, un elegido por Dios!
Hoy dices ‘sí’ como María Inmaculada. Para un cofrade constituye una gracia particular recibir la ordenación en esta solemnidad mariana. No es el simple inicio de una actividad laboral. Es el día de tu entrega. El Señor te ha llamado y le respondes dándote. La promesa de celibato expresa tu donación total. Hoy te desposas. Él no te fallará: te das al que promete el ciento por uno (Mc 10,28-31). Cuida tu sí al Señor con la firmeza y naturalidad que ponen los amantes en asegurar su relación. Cristo busca una relación personal de amor con cada bautizado. Más aun con aquellos a quienes llama a seguirle radicalmente (Mc 3,13-14). La plegaria que hoy prometes no es una ocupación entre otras: o Cristo llena tu ser, o solo serás campana que resuena (1 Cor 13). ‘Sea el Señor tu delicia y él te dará lo que pide tu corazón’ (Sal 36) La obligación de rezar la Liturgia de las Horas es para ti garantía de vitalidad, aval de fidelidad, camino de perseverancia. Orar es tu primer deber; y tu insustituible primera forma de ayudar.
El diácono es un servidor. Porque Cristo es siervo. El está en medio de los suyos como el que sirve (Lc 22,27). Lo nuestro es dar la vida, no reservárnosla (Lc 9,22-25).
Se espera que nuestro objetivo no sea vivir como todos, sino ser testigos. Somos de barro, pero el Señor es nuestra fuerza. No te rindas a los ídolos. Te ordenas para ser de Cristo, no para ser un operario. Nuestra felicidad es ser suyos. Recuerda que un buen guía espiritual nos es indispensable. Si caes, no te instales en la incoherencia; recurre enseguida a la confesión sacramental, que nos lava y refuerza para proseguir limpiamente nuestro amoroso servicio, con Él y como Él.
Te entregas en la Iglesia. Ya eres un hombre de Iglesia. La comunión implica esa obediencia que has ofrecido, para no desparramar lejos del Señor (Mt 12,30). ¡Qué gracia más grande, vivir la fe y la entrega en la Iglesia! Que sigas siendo un hermano y una riqueza ahora también para tu Obispo, para los demás ministros del Señor y para los fieles. Lo has aprendido junto a nuestra Inmaculada Madre de la Soledad.
Estamos contigo, Alfonso. La Virgen Bendita te proteja. Gracias por decir sí. ¡Bendito sea Dios y bendita sea tu estampa!’.
Queridos hermanos, os digo lo que pienso: El dinamismo creyente de cada uno de nosotros y de nuestras asociaciones hace que nuestra parroquia siga generando fruto. La Navidad es una ocasión magnífica que nos renueva y fortalece para crecer con Cristo y como Cristo, unidos en la Iglesia bajo el manto de la Virgen María, como san Juan. Amén.
M. Ilutre. Sr. D. Francisco J. Escámez Mañas
Consiliario y párroco de Santiago Apóstol