El incumplimiento de una promesa electoral del PP en el tema tan sagrado de la defensa del derecho a la vida ha herido profundamente la conciencia de los católicos, junto a otros muchos españoles de buena voluntad. Ya en la ebullición abortista del anterior Gobierno salió del PSOE una diputada; ahora han abandonado el PP algunos cargos electos y numerosos militantes. Que hayan dejado un partido miembros que así lo han decidido, es una opción respetable. Como la opción de quedarse. La cuestión es: la decisión de causar baja en un partido ante una medida contraria a nuestras convicciones ¿viene exigida por la doctrina católica? El examen del Magisterio, a mi entender, fundamenta una respuesta negativa. En semejantes momentos de fuertes retos, dijeron nuestros obispos:
‘En esta participación activa y responsable en la vida pública y política, los católicos actúan bajo su responsabilidad personal, son libres de escoger las instituciones y los medios temporales que les parezcan más adecuados y conformes con los objetivos y valores del bien común, tal como lo perciben con los recursos comunes de la razón y la iluminación que reciben de la revelación de Dios aceptada por la fe. La Doctrina Social de la Iglesia, fundada en la razón, iluminada por la fe y purificada por la caridad, es patrimonio común de todos los cristianos y orienta y enriquece sus actividades, sin imponer la unidad y la coincidencia en los medios y procedimientos estrictamente políticos. Si es verdad que los católicos pueden apoyar partidos diferentes y militar en ellos, también es cierto que no todos los programas son igualmente compatibles con la fe y las exigencias de la vida cristiana, ni son tampoco igualmente cercanos y proporcionados a los objetivos y valores que los cristianos deben promover en la vida pública’ (Conferencia Episcopal Española,Orientaciones morales ante la actual situación de España, 2006, n. 50. Este documento al parecer fue elaborado con el concurso especial del Prelado almeriense). Un documento anterior (CEE, Católicos en la vida pública, 1986. Los documentos citados pueden verse en la página webb de la Conferencia Episcopal) defiende explícitamente, al menos dos veces, ‘la libertad de opción de los católicos en el ámbito de las realidades temporales’ como ‘exigencia que deriva de la comprensión cristiana del hombre y de la sociedad’.
Con estos principios, los obispos españoles, en tiempos de la Transición, rehusaron dar apoyo a una opción confesional. Con toda coherencia, la Iglesia nunca ha pedido a los católicos salir de ninguno de los partidos conocidos, a pesar de que llevaran propuestas incompatibles con el Evangelio o hayan caído en incoherencias y deficiencias escandalosas. La Iglesia ha pedido diferenciar los programas, desde la coherencia católica. Ha exigido el mutuo respeto entre católicos que optan por opciones contrapuestas. Y que el católico comprometido en política se caracterice por su competencia e integridad. Pero jamás ha pedido a los católicos que salgan de los partidos.
Los católicos somos un colectivo con peso real. El informe del CIS publicado el pasado 5 de noviembre de 2014, preguntaba a los españoles, entre otras, por la cuestión religiosa. En su pregunta 34, reflejaba que siete de cada 10 ciudadanos se confiesa católico, frente a otras opciones, entre las que se encontraba creyente de otra religión, no creyente o ateo. Predominantes pero muy divididos, de ahí la falta de una presencia más eficaz. Los numerosos políticos católicos que hicieron la transición, y la posterior generación, han ido pasando. Ya no hay -o se han eclipsado- católicos que den la cara en sus partidos como Adolfo Suárez, Manuel Fraga, Jaime Mayor Oreja, José Bono o Francisco Vázquez; como Soledad Becerril o Francisca Sauquillo.
El último congreso del PP -según tengo entendido- sin adoptar un carácter confesional, mantuvo en su ideario el humanismo cristiano. Sus dirigentes se han encargado de anularlo en la práctica. No obstante, continúa siendo una base. Requiere personas convencidas, con coraje para aplicarlo. Irse significa perder una posibilidad.
La alternativa es: o católicos en los partidos o coalición de grupos católicos. Prefiero, hoy por hoy, católicos en los partidos. Católicos convertidos y convencidos, para quienes la fe no sea un elemento secundario. Católicos que se agrupen, para ser escuchados en los partidos. Hay que estar, y estar haciendo valer los propios postulados. Es legítimo y democrático. Procediendo así, otros con menos impacto social logran mayor eco. A quienes, en cambio, opten por un partido católico confesional -opción legítima y democrática-, les aconsejo empeñarse en una confederación, para ser eficaces.
Francisco J. Escámez Mañas
Párroco de Santiago Apóstol
Consiliario de la Hermandad