Crónica de una tarde histórica


Seis años han pasado para que se viera cumplido el sueño que anhelaban los hermanos soleanos de poder admirar a Nuestra Señora de los Dolores en la fachada del templo de Santiago Apóstol. Seis años de proyectos, duro trabajo, cuestaciones y expectativas, que ayer noche se vieron cumplidas con creces en la bendición del mosaico a tamaño natural de la Virgen de la Soledad.
A las ocho de la tarde comenzó la Eucaristía solemne, presidida por el consiliario de la hermandad de la Soledad y párroco de Santiago, don Francisco Escámez Mañas. El templo, lleno hasta rebosar, contagiaba ese nerviosismo de las ocasiones importantes, de los días señalados. Y no era para menos. Don Francisco alabó el esfuerzo realizado por las distintas juntas de gobierno para fomentar la devoción a la Virgen María y a su divino Hijo: un mosaico como otro medio para acercarse a Dios.
Concluida la Santa Misa, se organizó una procesión que recorrió la nave del templo y se adentró en la calle Virgen de la Soledad por el arco de Santiago. El miedo a que las vacaciones veraniegas hubieran hecho mella en los hermanos y fieles se desvaneció por completo al comprobar que toda la calle, engalanada para la ocasión, estaba repleta de devotos de Nuestra Madre que no querían perderse este momento histórico. La priostía de la hermandad, como siempre, había preparado hasta el más mínimo detalle: cortinaje, faroles, incienso.
La Almería cofrade volvió a hacer gala de su consolidación y grandeza, y numerosas representaciones de distintas hermandades quisieron acompañar a la decana: Agrupación, Silencio, Encuentro, Carmen de Pescadería, Coronación, Reina de las Huertas, Prendimiento, Estudiantes, Rocío…, se unieron a hermanos, costaleros, capataces, vestidor y devotos soleanos. Mención aparte merecen los sacerdotes don Jose María Sánchez García, párroco de San Isidro y consiliario de la Agrupación, y don Antonio Jesús Saldaña Martínez, párroco de Adra, que estuvo acompañado por una representación de la feligresía de la Curva, que tan amablemente nos prestaron la imagen mariana que lució el último altar efímero del Corpus.
Al llegar la breve procesión, la secretaria, Alicia Piedra Tortosa, dio lectura al acta de elección de los padrinos de la bendición (la parroquia de Santiago y las hermanas clarisas) y a la carta de agradecimiento de las claras, que por su voto de clausura no pudieron asistir. Después, el hermano mayor, Francisco Javier Morcillo Matillas, realizó una breve alocución en donde agradecía a la Virgen de la Soledad su amparo y ayuda en esta difícil tarea y se acordaba de algunos hermanos soleanos que comenzaron este proyecto y que ya están al lado de Ella.
El párroco y el hermano mayor procedieron al descubrimiento del mosaico, ante el asombro de todos los presentes. Varias decenas de cohetes sonaron en el cielo de Almería. Don Francisco bendijo el retablo cerámico. Unos minutos de aplausos dieron paso a varios cantos y oraciones y a un sinfín de fotografías. Las caras de satisfacción llenaban la calle Virgen de la Soledad. Un centro de flores fue colocado a los pies de la Virgen.
Nadie puso ni un pero ante tal obra de arte. La mano de Manuel Ruiz Hurtado, en su taller trianero, ha sabido plasmar la dulzura y el dolor de la Virgen. Como bien dijo don Francisco, de esta forma, cuando el templo esté cerrado, cualquiera podrá rezar ante Nuestra Señora de los Dolores. Terminado el acto, todos disfrutamos de un feliz y relajado momento de convivencia en los salones parroquiales de Santiago. Para concluir la histórica noche, a medianoche un grupo de hermanos y devotos se reunieron ante el mosaico para cantar a la Virgen y colocar la primera de las muchas velas que seguro que son colocadas a sus pies pidiendo su poderosa intercesión.
Seis años han hecho falta para que toda Almería pueda disfrutar de la Virgen de la Soledad en cualquier momento del día. Pero, más que un incremento en el patrimonio de la hermandad, la colocación del mosaico debe ser un incremento en la devoción a Nuestra Madre, una manera más de hablar con Ella y pedirle, por supuesto, que nos lleve a Cristo.