"La salieron al encuentro, entonando los más armoniosos cánticos de júbilo y complacencia, de alegría y regocijo, por ver coronada ya en el cielo a su Reina, a su medianera, a su abogada, a su corredentora, al considerar a María Santísima en la Jerusalén triunfante sentada al lado de su Hijo, en el trono más inmediato a la Divinidad; cuando engolfados nuestros Santos con eta consideración, y embriagados con el precioso néctar de la contemplación, sentían atónitos y enagenados las dulzuras inefables del triunfo de su amantísima Madre, y su gloria inexplicable, he aquí cuando quiso corresponderles de un modo admirable y prodigioso. `Vosotros sois, hablándoles en lo interior de su alma, a quien he escogido entre tantos fieles siervos para que seáis los primeros fundadores de la religión que pienso lleve mi nombre, y los que han de vestir el hábito que les designaré, y daré como en prenda de mi predilección particular con vosotros´".