Las caras de felicidad




(Fotografías: Fernando Salas Pineda)

Es cierto, no había mucha gente. No fue una procesión multitudinaria y la gente no llenaba las calles por donde pasaba el Santísimo. Sin embargo, fue uno de esos motivos por los que a uno se le llena el corazón de fe y se siente orgulloso de ser hermano soleano.

A las 11.30 se celebró la Santa Misa en Santiago, Eucaristía que tuvo un gran fondo y que nos preparó para la "misión" que teníamos preparada para ese día. Y es que el padre Alegría vino a explicarnos la importancia del DOMUND y de las misiones que realiza la Iglesia por todo el mundo. Llenos del Espíritu Santo, nos preparamos para llevárselo a aquellos enfermos e impedidos de la feligresía que habían solicitado nuestra visita.

El cortejo comenzaba con el sonido de la campana del muñidor. Después, la Cruz Parroquial escoltada por dos ciriales. Tras ellos, dos breves filas de devotos portando cirios y el guión de la Hermandad flanqueado por cuatro báculos. Dos acólitos precedían al Santísimo Sacramento, portado por nuestro consiliario y escoltado por cuatro faroles. Tras ellos, un grupo de fieles. Cánticos y rezos fueron guiándonos por las calles de la feligresía.

Cinco fueron los enfermos que nos recibieron en su casa. El primero en la calle Regocijos, el segundo en la calle Jiménez justo al lado de la Casa de Hermandad, el tercero en la calle Segura y dos más en la calle Antonio Vico.

Indescriptible la cara de las familias y de los enfermos al recibir en su casa al Santísimo Sacramento. Alegría, lágrimas, entusiasmo, ánimo, esperanza... Todo lo que se pueda decir se queda corto y no puede plasmar sus sentimientos, las palabras de don Francisco o el sonido de la campana del muñidor.

De vuelta al templo de Santiago Apóstol, unos minutos de Adoración al Santísimo dieron por terminada la procesión. Procesión que, por supuesto, visto el resultado reconfortante para los hermanos soleanos, pensamos repetir año tras año para acompañar a nuestros enfermos e impedidos que, como bien dice la Iglesia, han de confesar por lo menos una vez al año.

Agradecemos a Fernando Salas la cesión de las fotografías que ilustran esta entrada y que nos acompañó durante toda la procesión.